#Mi #perra

En ocasiones me he cuestionado qué hace mi perra cuando se encuentra sola, quizá espere ansiosa la llegada de su Romeo o prepare fiestas clandestinas aprovechando la ausencia. Me gusta pensar que tal vez sea mi llegada la que ameniza sus sueños o que sonríe besando mi foto, que cuando me voy acercando, un grupo de perros borrachos escapan por la ventana mientras Elka recoge precipitada las pistas de la parranda. No encuentro ningún vestigio de la bacanal. A mi regreso descansa sobre su colchoneta perruna, a poquitos levanta las orejas, agita su cola. Siento el inmenso cariño de un animal. Elka espera los mimos perdidos, aquellos con los que ha soñado. Este bichejo peludo no conoce la teoría de la relatividad, no sabe qué función cumple la clorofila, tampoco cuestiona el sentido de su existencia y en ese viaje que es la vida todo parece un juego. Elka es «mamá».
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#Si alguna vez #muero

Sí alguna vez muero
quiero que sea de risa.
Que mis lágrimas se tiñan de negro rimel
que inunden mi rostro de oscura pintura.
Así es como quiero morir.
Y si la eternidad fuese real
que la alegría sea fetiche.
Martes, ni te cases ni te embarques!!
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#Playa de#Madrid – #Aldea del #Fresno

Paseo con mi perrilla feliz por la «playa de Madrid» a su paso por Aldea del Fresno.
En la última photito, de regreso al coche, podemos apreciar como Elka se hace la sueca pesar de sus orígenes alemanes.

#Yanira

Eduardo se encaprichó de Yanira, una joven que comenzó a practicar la prostitución en su país. Es fácil ser altruista con una mujer dulce y guapa. Tras tener sexo y conversar de cosas banales la invitó a acompañarle en su viaje hacia España.
No aparentaban amor, más bien sentían un profundo agradecimiento. Pasaban los meses, el tiempo parecía detenerse mientras la rutina iba instalándose en sus vidas. Lo más significativo de su relación no era el sexo, fue un afecto basado en la complicidad, en la camaradería de dos antiguos conocidos.
La noche del 5 de julio Eduardo estaba a mil kilómetros del lugar donde Yanira murió.
Sobre la mesa, a su regreso, encontró una carta. No era una misiva cualquiera, Yanira le declaraba su amor, un profundo y doloroso amor que creyó no correspondido.
Eduardo, encontró su cuerpo inerte sobre el sofá junto a un frasco de narcóticos vacío.
No hizo ninguna llamada, se arrodilló frente a ella. Con un rictus de amargura besó sus labios momentos antes de abandonar aquella casa.
No regresó, Eduardo condujo su coche hacía un acantilado cercano que de niño visitaba de la mano de sus padres. Detuvo el motor, encendió un cigarrillo y salió inhalando el humo del tabaco que se le antojó exquisito.
Despacio, muy despacio, con paso corto llegó al filo del acantilado. Tiró el que sería su último cigarro, levantó sus brazos sintiéndose un ángel batiendo las alas y voló, sin miedo, con tristeza, con alivio y cayó precipitándose al vacío, con una sonrisa, pronunciando su nombre: Yanira.

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#Book #Elka

Elka ha aceptado posar ante la cámara. La Naomi Campbell de los canes, la que conversa en lengua germánica, la que aúlla tanto como sus antepasados lobos.
No es Lassie, Dartacán o para los que tenemos una edad, Rintintín, se asemeja más a un guardia civil retirado cuyo tricornio perdió en el río. Qué genio y qué «figura», oiga!.